
Él fue el 266 pontífice en la historia de la Iglesia católica, el primer papa jesuita y el primero latinoamericano
Hijo y nieto de inmigrantes italianos, Jorge Mario Bergoglio nació un 17 de diciembre de 1936, en Buenos Aires, en el barrio porteño de Flores. Y nadie de su entorno familiar, ni él mismo imaginó que fuera a ocupar el lugar del 266 pontífice de la historia de la Iglesia católica.
Fue elegido papa el 13 de marzo de 2013, en el segundo día de cónclave, pero como resultado de una situación inédita, después de la dimisión de Benedicto XVI, y no del fallecimiento de un papa como es lo habitual.
Sustituyó al alemán Ratzinger de quien ya fue rival en el cónclave de 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, pero en esa carrera, Bergoglio se retiró para facilitar la elección del papa alemán.

Francisco a secas
Y en 2013, ocho años después, el nuevo papa Francisco, el primero con ese nombre en honor del santo de Asís, por ´su sencillez y dedicación a los pobres´, comenzaba ya su pontificado rompiendo moldes.
Francisco a secas decía el Vaticano cuando todos los medios comenzaron a decir apresuradamente Francisco I; será primero cuando haya un Francisco II, pero hasta entonces será solo papa Francisco, aclaraban.

´¡Hermanos y hermanas: buenas tardes!´
Y también tras su elección, desde el balcón del Vaticano Francisco dijo con humor en su presentación ante el mundo: ´¡Hermanos y hermanas: buenas tardes! Como todos saben, el deber de un cónclave es el de dar un obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales fueron a buscarlo casi al fin del mundo´.
Más tarde, en una cena posterior a su proclamación comentó ´que Dios les perdone por lo que han hecho´. Cercano y sencillo, alejado de toda ostentación, Francisco impuso de entrada un nuevo estilo en las formas y ornamentos pontificales.
Prescindió de la tradicional muceta y zapatos rojos de los papas. Llevaba la cruz pectoral de metal, de su etapa de arzobispo de Buenos Aires y el anillo del Pescador, símbolo del poder papal, aunque bañado en oro, lo mandó confeccionar en plata.
Y en lugar del Palacio Pontificio, eligió como alojamiento la Casa de Santa Marta, la ´Domus´, como se la conoce, donde residen los prelados de visita al Vaticano, donde Francisco almorzaba en el comedor como el resto de residentes, sin una mesa reservada para él y donde recibía a sus invitados sin demasiados fastos.
Un hombre de oración
Demasiado liberal para los más ortodoxos y conservador para los más progresistas, Francisco era ante todo un hombre de oración. ´La oración es la medicina de la fe, el reconstituyente del alma´, decía en uno de los rezos del Ángelus desde el balcón del Palacio Apostólico en la Plaza de San Pedro.
A él se debe el encuentro histórico de 2014 en el que fue el anfitrión en una inédita plegaria en el Vaticano por la paz en Oriente Medio junto al entonces presidente israelí Simón Peres y el líder palestino Mahmud Abás, como histórico fue el encuentro ´fraterno´ en 2016 en La Habana con el patriarca ruso Cirilo, después de casi mil años de Cisma entre Oriente y Occidente.
La oración estaba siempre presente en el pontificado del papa argentino, que no se cansó de clamar por la paz en el mundo ni de pedir perdón por los atropellos cometidos en el seno de la iglesia.
´Construir la paz es difícil, pero vivir sin ella es un tormento´, decía el papa que en 2019 protagonizó el gesto que conmovió y dio la vuelta al mundo cuando se arrodilló y besó los pies de los líderes enfrentados en el conflicto entre comunidades en Sudán del Sur.

Y un hombre de acción
Pero fue también un hombre de acción y como tal se entregó hasta el final contra la pederastia, su caballo de batalla que en múltiples ocasiones le llevó a pedir perdón por ´omisión´ de la Iglesia.
No obstante, fueron los intentos de renovación que desde los inicios del pontificado emprendió el jesuita, los que se vieron con recelo en un sector pequeño, pero poderoso de la Curia, siempre reacio a cualquier cambio en el seno de la institución católica.
Precisamente ese problema interno, presente en su pontificado, integraba uno de los fascículos de la caja blanca que Benedicto XVI entregó a Francisco en Castelgandolfo pocos días después de su elección.
Y para acometer esa su ´pequeña revolución´ se dotó de una comisión en un principio de ocho cardenales, que realizó los trabajos que derivaron en la promulgación en 2022 de la nueva Constitución, ´Praedicate Evangelium´ (Predicad el Evangelio), que aunque cuestionada por todo lo relacionado con el ´rol´ de los laicos en el gobierno de la iglesia, sustituyó a la anterior «Pastor Bonus», de Juan Pablo II.
Y en esas sus ´pequeñas´ pero grandes reformas internas, Francisco contó siempre con las mujeres a quienes otorgó cargos destacados de la Curia, antes solo ocupados por varones, «sufro, y os digo la verdad, cuando veo en la Iglesia o en algunas instituciones eclesiales que el papel de la mujer queda relegado a un papel de servidumbre y no de servicio´, decía ya al poco de su elección.
La salud y los rumores de renuncia
Pero la salud de Francisco, ingresado cuatro veces en el Hospital Gemelli de Roma y a quien vimos en silla de ruedas, se convirtió pronto en rumor de renuncia en recuerdo de su antecesor.
El mismo Francisco, que con motivo de su operación de colon en 2014 decía que «siempre que un papa está enfermo corre brisa o huracán de cónclave», afirmaba en 2022 que había firmado su renuncia en caso de impedimento médico.
En 2023, poco antes de su segundo ingreso hospitalario a causa de una bronquitis infecciosa Francisco decía: ´Creo que el ministerio del Papa es `ad vitam´.
No veo ninguna razón para que no sea así. Piensen que el ministerio de los grandes patriarcas es siempre vitalicio. Y la tradición histórica es importante. Si, por el contrario, le hiciéramos caso a los ‘chismes’, ¡entonces deberíamos cambiar de Papa cada seis meses!´.
Cuando en 2021 le preguntaron en una entrevista para el diario La Nación ¿cómo imagina su muerte?, Francisco respondió que esperaba que esta lo encontrara en Roma, ´siendo papa, en ejercicio o emérito´.