Por: Senzey Juan Samuel Batista
Boca Chica, una de las playas más emblemáticas y cercanas a la capital, ha sido históricamente un símbolo del turismo popular en República Dominicana. Sin embargo, hoy luce descuidada, olvidada y sin una estrategia clara de desarrollo turístico. Mientras el ministro de Turismo, David Collado, anuncia con orgullo inversiones millonarias en destinos como Pedernales, Punta Cana o Samaná, Boca Chica sigue esperando.
La playa está arrabalizada, el ordenamiento territorial es inexistente, la delincuencia ahuyenta a los visitantes, y los comerciantes locales se sienten abandonados. No hay señal de una intervención seria para renovar su malecón, organizar los negocios, mejorar el servicio a los turistas o garantizar la seguridad. Las promesas se han quedado en el aire.
¿Qué hizo el ministro por Boca Chica durante sus años en el cargo? Poco o nada. ¿Acaso esta comunidad no merece atención por no tener grandes resorts? El turismo no puede seguir siendo un privilegio de unas pocas zonas mientras otras, como Boca Chica, se deterioran frente a nuestros ojos.
Boca Chica necesita planificación, inversión y voluntad política. Necesita ser parte de la agenda turística nacional, no una nota al pie. Porque revitalizar Boca Chica no es solo embellecer una playa: es rescatar empleos, dignificar a sus habitantes y revalorizar un destino con historia.
David Collado, los ojos del país están mirando. Y Boca Chica sigue esperando.